jueves, 21 de abril de 2011

¿ Rehuyes o aceptas el contacto físico?


Cuando hablé en otros post de conectar con los demás dejé a propósito de lado incidir en el tema del contacto físico. Y lo hice así porque es un tema que sorprendentemente resulta casi un tabú en la sociedad occidental (no conozco lo suficiente el día a día de otras culturas para poder afirmar si en ellas sucede lo mismo). Podríamos decir que hay unas áreas sociales o contactos permitidos: una madre con sus hijos -por lo menos mientras son pequeños- , en la pareja, un abrazo entre amigas, los dos besos sociales en las mejillas, etc… Pero en seguida entramos en “áreas de peligro”, es decir, en contactos que la otra persona puede vivir como excesivos o puede interpretar como lo que no son. Porque otro de los problemas que arrastramos es relacionar muchos contactos físicos y caricias con la sexualidad, cuando en realidad no tienen (o no tendrían) nada que ver.

Esta carencia de contacto físico, esa falta de sentirse cerca entre la personas hace que iniciativas que de entrada parecen extrañas tengan un enorme éxito: personas que ponen un cartel y regalan abrazos en medio de la calle o las largas colas que se forma cada vez que la india Amma visita una ciudad, para recibir de ella un caluroso abrazo. Lo mismo sucede en numerosos cursos de crecimiento personal, en que el ambiente de confianza invita a estar más próximos, a atravesar esa barrera social y poder abrazarse a los compañeros. Cualquiera que haya participado en uno de esos cursos sabrá de que le hablo y admitirá la normalidad con la que se hace. Los animales de compañía muchas veces suplen esa falta de contacto por parte de otros seres humanos.

Cuando comenté en otro post el caso de los niños en los años 50 en orfanatos, que enfermaban a causa de la falta del contacto físico, no quise insistir en la necesidad que seguimos teniendo de adultos de ese contacto. Seamos conscientes de ello o no. Dentro del sentirse querido del que hablé entonces, una parte es “sentirse tocado”. La falta de contacto físico (de momento estoy hablando de un contacto no sexual), nos debilita emocionalmente e incluso físicamente. Por nuestro modelo social, todavía sucede que los hombres suelen ser más reacios a ese contacto (sólo hay que ver como se abrazan la mayoría de ellos, dándose unos fuertes golpes en la espalda). Posiblemente no han aprendido a hacerlo y existe un cierto temor a ser mal interpretados o a sentir reacciones inadecuadas (desde la excitación sexual a sentir una excesiva vulnerabilidad). Como dijo el músico John Powell: Tengo miedo de decirte quién soy. Porque si te digo quién soy, puede que no te guste cómo soy, y eso es todo lo que tengo.

Digan lo que digan las normas sociales, necesitamos el contacto. Como dijo el Dalai Lama: El tacto es el vehículo del consuelo mutuo: para empezar, los abrazos o los apretones de manos. Y como también dice el budista Jack Kornfield: Las cosas más importantes de nuestra vida no son extraordinarias o grandiosas. Son los momentos en que nos sentimos tocados el uno por el otro. Virgina Satir (podéis encontrar un poema suyo en este post) es también una gran defensora del tacto, del contacto, del abrazo desde el corazón, como forma de conexión con los demás e incluso como parte de la terapia.

Por eso yo os invito a tocar más. En todos los sentidos. También en el ámbito de las parejas, que con los años de convivencia, en muchas ocasiones dejan de abrazarse y tocarse fuera de la relación sexual. Las relaciones sexuales son una forma de contacto íntimo (y está bien que así sea), pero no son el único lugar en donde se puede tocar y ser tocado. Todos somos capaces de saber cuál es un abrazo, un beso o un gesto de afecto aceptable en una relación social, aún habiendo personas más abiertas a ello y otras más cerradas a ese contacto. No estoy diciendo aquí que ahora tengamos que empezar a abrazar a todo el mundo que nos encontremos, sin ningún tipo de criterio. Pero sí que podemos empezar poco a poco, como recomiendo siempre hacer con cualquier nuevo hábito o conducta, a abrirse un poco más. A sustituir algunos de esos besos al aire, por un abrazo amistoso. A coger de la mano a un amigo que necesita consuelo. A besar con cariño a tus padres, hermanos, abuelos (cuánto necesitan las personas mayores que las toquen!), a tus amigos…. A acariciar también con la sonrisa y la mirada. A hacer como dijo el poeta sufí Rumi: Tu misión no es buscar el amor, sino descubrir todas las barreras que has creado en tu interior para no verlo.

¿Rehuyes o aceptas el contacto físico? ¿En que ámbitos sucede cada cosa?